domingo, 23 de agosto de 2009

Los amargos sabores del amor

No hace mucho cruce miradas con Martha, en un ambiente donde normalmente seria dificil encontrar a alguien interesante. Su sonrisa me rescato de un triste cumulo de criticos literarios que levantan la nariz mientras vomitan palabras pretenciosas y rien de manera refinada. Entre "su estilo es absurdo y una afronta directa al arte en general" y "su maestria literaria solo es rebasada por su filosa vision de un mundo condenado a la falacia de vivir" encontre una vida tan maravillosa que miles de lineas jamas podrian terminar de definir.

Cuando en mi cabeza viajaba la idea de aventar una botella de whiskey a la multitud y salir corriendo a buscar cobijo en mi estudio, encontre su imagen entre un mar de mugre y la observe como quien esta en presencia de un majestuoso atardecer; despues de estar sumido en ese trance por algunos instantes, ella se desplazo de manera decidida y elegante hacia mi mesa, mi corazon palpitaba rapidamente y el mundo a su alrededor desaparecio completamente, solo estaba ella y su mirada asesina, no habia cabida para nadie mas, ni siquiera para mi. No podia pensar en nada que decir, de repente me converti en testigo de mi propia vida, incapacitado completamente y desnudo de cualquier accion posible. Despues de mi encuentro con la locura temporal, ella por fin llego a su destino, arrojo mi libro de manera violenta, dio la vuelta y salio del lugar sin decir nada mas.

Me tomo un tiempo recobrar consciencia y entender lo que acababa de suceder, a la fecha creo que nunca lo entendi. En el momento desee que ella fuese como los demas y que hubiese pedido entintar mi nombre en el muegano de mis pensamientos empastados, que no me hubiera sumido en esa duda y que no hubiera desarmado esa fantasia al hacer lo que hizo... pero ahora se lo agradezco. Nunca he sido bueno con las mujeres, literal y subjetivamente; me han acusado de ser desde misogino y celoso hasta eunuco y carente de pasion. No se si eso justifica lo que ella me hizo sentir, o explica de alguna manera los sucesos posteriores, pero creo que por lo menos simienta las acciones que siguieron. Cuando aun contaba con un mejor amigo, tuvo a bien aconsejarme diciendo: "para el amor, no existen recetas", y creo que hasta ahora, despues de tantas relaciones fallidas y depresiones sin fondo, puedo entender a lo que se referia.

Minutos despues de "El Suceso" -como ahora le llamo- decidi largarme de la presentacion de mi propio libro, con la esperanza de llegar mi cuarto de hotel, abrazando la estupida idea de que magicamente podria abatir el insomnio que me acosa desde hace semanas. Afortunadamente -aunque no me guste que sea mi responsabilidad el calificarlo- mi plan fue destruido al encontrar a Martha esperando(me) en las escaleras de la galeria; su semblante habia cambiado y tenia puesta una sonrisa enorme y radiante. Estuve a punto de evitar el contacto y continuar corriendo al lado suyo... pero ya era demasiado tarde, su hechizo habia funcionado y su presencia era ahora como una droga a la cual era imposible resistirse. "Y bien?" pregunto ansiosa, "y bien que?" balbucee; "aceptas?" insistio. En el momento tuve la impresion de estar en medio de una conversacion en la que no recuerdo haber entrado. "Que te pasa? por que estas tan serio? No la leiste, verdad?" , yo seguia sin encontrar palabras que vocalizar, me senti un tanto ridiculo, despojado de mi hombria.

Al fin pude hilar algo de lo que acontecia y abri el libro que previamente habia sido arrojado a mi ego. En la cubre-portada me tope con un mensaje en tinta azul, que contenia una sola palabra que en ese momento -y en cualquier otro escenario contemplado por la mas fertil de las imaginaciones- podria haber pasado por ficcion. "Entonces?" siguio insistiendo; "en serio?" pregunte con la increduilidad que me define; "yo no bromearia con algo asi... no es cualquier cosa para mi". "Para mi tampoco es cualquier cosa... es solo que no he dormido y desconfio de mi habilidad para entender un mensaje asi"; "entonces?" continuo, "tu casa o la mia?", no quise perder mas el tiempo con masturbaciones ficticias y la lleve de la mano a la avenida, donde tomamos un taxi a mi hotel.

En cuanto llegamos al cuarto encendi la luz y corri al banio a mojar mi cara, ingenuamente tratando de refrescar de manera fisica el sentido comun que sospeche estaba durmiendo en ese momento; nunca habia hecho algo asi, de hecho dudo que alguien mas haya estado en una situacion tan especifica como aquella. Su belleza y su misticismo nublaron mi mente, aun mas que las noches sin dormir que golpeban mi cabeza como un pulso ritmico hacia la locura. Sali apresuradamente del banio y la encontre desnuda en la cama, mi cama. Rara vez he sido partidario del lujo, decididamente he rechazado a todas las personas que gustan del exceso en sus vidas, pero justo en ese momento me hubiera encantado tener sabanas que hiciesen justicia a la belleza que las encendio esa noche; paredes hechas de oro que osasen intentar reproducir su reflejo... me hubiera desangrado por tener almohadas de las mas finas telas que fuesen dignas de ser mordidas por su exquisita boca.

Cuando todo termino, ella quedo inmovil y apagada a mi lado, sin juzgarme. Aun intento hacer sentido de todo esto, por que yo? por que ese dia? fue algo que escribi? algun mensaje escondido entre lineas que ella y solo ella pudo descifrar? solo ella pudo ver lo que miles de personas pasaron por alto, y entregar cuerpo y alma para satisfacer mis deseos. Esa noche, por primera vez en semanas, tuve suenio... Justo cuando me hubiese encantado estar despierto, contemplando su infinita belleza despues del acto.

Hoy por hoy, recuerdo con melancolia aquella noche cuando me di cuenta de quien soy en verdad, busco aquel libro que arrojaron sobre mi mesa, leo el mensaje y lo escucho retumbar en crescendo dando vueltas en mi cabeza: comeme!, comeme! comeme! Un subito sabor amargo invade mis papilas gustativas y recuerdo que, despues de El Suceso, se perfectamente a lo que sabe el amor verdadero.

lunes, 11 de mayo de 2009

Abejas en un panal

Qué pendejo, digo en voz baja, mientras el jefe intenta explicarnos el por qué del recorte laboral de éste año; todos los años es la misma tontería, uno debe escribir el por qué piensa que es necesario para la empresa en la que es explotado todos los días como si fuera un burro de carga. Para mi sorpresa, no lo dije tan bajo como pensaba y escucho una risa al lado mío, intentando disimular su empatía pero entendiendo exactamente a lo que me refiero: el jefe es un pendejo y no hay nada más que agregar. Volteo levemente la cabeza y mis ojos encuentran la silueta roja de un pelo lacio sacudiéndose suavemente, como cuando uno desaprueba sus propias reacciones. La curiosidad me gana, descaradamente volteo hacia mi costado izquierdo y me encuentro precisamente con una cabellera lacia, pelirroja y lo suficientemente larga como para ejecutar aquél magnífico truco femenino para calentarnos hasta las pestañas, y para mi sorpresa, lo hace: sube su mano tomando un mechón de pelo que pareciera ser estorboso para posarlo finalmente detrás de la oreja, sólo para dejar ver un cuello finísimo y níveo. La junta ha terminado y se nos excusa para ir a comer.

Al regresar del lunch regreso a mi cubículo adornado con ausencia, enciendo mi computadora y tecleo mi contraseña mientras busco mi taza de café y la llevo a mi boca. Descubrí los placeres del café cuando me prohibieron fumar dentro de la oficina, discriminación la llamo yo, salud le llaman ellos, mis huevos para todos. Intento adornar un poco mi texto, como todos los años, para que se den cuenta de que si no soy bueno desempeñando mi trabajo, por lo menos soy un excelente mentiroso, y todos quieren uno de esos trabajando para ellos. Llevo 15 años en esta empresa, y 8 escribiendo mi cuasi-ensayo acerca de cómo mis robóticos hábitos benefician una trasnacional que no requiere trabajadores humanos sino simios que sepan redactar una carta y comer galletitas y café todo el día. "No estoy casado ni tengo hijos, por lo tanto mi puntualidad y asistencia están perfectamente aseguradas (…) No lleno de fotos mi escritorio ni cubículo, cosas que sólo distraerían atención de mi trabajo (…) No vengo a socializar, mi desempeño aquí es meramente profesional. Me encanta trabajar aquí"

Después de caminar un buen rato a lo largo del estacionamiento para llegar a mi coche, el cuerpo se me eriza pero disimulo y sigo caminando, es la pelirroja de la mañana subiéndose a su coche, justo al lado del mío; hago lo propio y doy vuelta a la llave, pero hay algo diferente aquí, siento un impulso grandísimo por saber quién es ella, quiero saberlo todo y la sigo. Llegamos a un restaurante en Polanco, ella deja su coche con el valet y entra; yo hago lo mismo. Paso a sentarme en un cubículo solo, mientras la observo sentarse junto a un tipo de cabello ya canoso que me parece familiar; no puedo verlo bien, pues me da la espalda. Ella sonríe y ríe con una belleza celestial, se recoge el pelo una y otra vez, como sabiendo que estoy aquí, lo hace sólo para mí. Me platica todo sobre ella, mientras me dice que estamos hechos el uno para el otro, que me necesita. Yo sólo pido y pido tazas de café mientras observo sus reacciones, estamos bailando juntos ella y yo, bailando al compás del destino. Interrumpe nuestro pequeño juego para levantarse de la mesa mientras el gerente del restaurante la ayuda con su abrigo, se está yendo, me está dejando. Por fin me di cuenta de quién la acompañaba, aquél que interrumpía nuestra conversación, era el pendejo de mi jefe. Ellos dos se van y yo me quedo tomando a poco mi café, pensando en ella, en lo que me dijo sin hablar. Siento un golpeteo en mi espalda, es el garrotero que me trae la cuenta, una de esas cosas que te dicen "ya vete de aquí". A la chingada me voy.

A la mañana siguiente regreso al trabajo para encontrarme con el acostumbrado sobre amarillo posado encima del teclado de mi computadora. Es la novena vez que sucede, ya hasta tengo mi rutina, cuelgo mi saco en el perchero, voy a la sala de café para llenar mi taza, regreso a mi silla, tomo asiento y bebo mi café pensando en lo que podría decir la carta que todos en la oficina temen. Abro el sobre y leo las mismas palabras de siempre: "Señor Martínez, tomando en consideración su antigüedad en la empresa y sus palabras, la Dirección ha tomado la decisión de dejarlo ir, por favor pase a la oficina de recursos humanos a tramitar su liquidación". Me toma un tiempo releer la carta, es como una cubetada de agua fría, la empresa a la que le renté mi tiempo y dedicación, el jefe al que le hice su trabajo en tantas ocasiones, todos ellos decidieron sin más ni más que yo no soy necesario aquí, decidieron que para mí ya no es necesario vivir ni comer, por lo cual lo más prudente es privarme de un ingreso quincenal, de repente yo ya no soy humano. Tomo mi saco, dejo mi taza y camino hacia recursos humanos; hay una larga fila, la fila que durante 8 años miré de lejos mientras me decía a mi mismo "eso es, desháganse de los zánganos". Llega mi turno, digo mi nombre y entrego mi gafete, a cambio me regresan un "gracias por trabajar con nosotros, con este talón su podrá recoger su cheque el próximo lunes". Necesito salir de aquí. Voy a mi auto, entro en él, prendo el radio y echo el asiento para atrás, veo fijamente el techo… he tomado una decisión.

A la mañana siguiente me di un baño y salí a desayunar al cafecito de en frente, compré el periódico y me dispuse a buscar un nuevo trabajo, por supuesto que encontré pura mierda. Capturistas, secretarias bilingües, todos ganando un poco menos que los puestos para ingenieros y gerentes. Qué pinche país, con todas las posibilidades que hay para crecer, se empeñan a dejarlo a uno nadando en mierda, mientras se traen extranjeros a desempeñar trabajos remunerados en cientos de miles de pesos, cantidad que bien podrían recibir quedándose en sus países primermundistas. Pero ya basta de chillar y quejarse, aquí me tocó crecer y vivir y lo único que estoy haciendo es amargarme mi café y el día.

Tomo la decisión de ir al cine, un placer del cual me privé mucho tiempo porque después de un día de mierda en la oficina, me costaba trabajo concentrarme en divertirme. ¿Veré acaso la nueva de Harry Potter? Qué tal una de acción, o una de esas cursilerías románticas. Me acerco a la taquilla y pregunto a la cajera su recomendación para hoy, me pregunta mis gustos y se los comunico, se ríe y me dice que sea más específico hacia algún género cinematográfico, "que no me cueste trabajo divertirme" pedí, y me sugirió precisamente ver Harry Potter; pagué mi boleto y entré a la sala, sólo para salirme a la media hora con mal genio, al enterarme por fin de lo que eran esas pinches peliculitas; me esperaba algún toque de genialidad, después de saber que los libros vendían millones de copias y las películas recaudaban su inversión en 3 fines de semana; llegué a la conclusión de que a la gente le gusta verdadera y honestamente comprar mierda. Compro una dona de 30 pesos a la salida y me doy una vuelta por las tiendas; veo una juventud despreocupada, inmersa en parecerse a Roberta y a Mía y usando a diestra y siniestra la tarjeta de papi. Niñas de 14 años vestidas como si fueran prostitutas buscando clientela, pretendiendo que les gusta que los señores que pasan les vean el escote porque se sienten deseadas, niñas que a la larga serán madres jóvenes, no por tener una moral baja sino por no ser lo suficientemente maduras para llevar una vida sexual responsable. Veo un México que parece provincia gringa y me entristece, me enoja, me frustra y hace que mi corazón se sienta como un chicle masticado. Mejor me voy a dormir.

Ya es domingo y no tengo nada qué hacer, enciendo el radio en Universal y me quedo en calzones escuchando los éxitos de siempre. Saco el periódico y me dispongo a leer los artículos, pero todos dicen lo mismo: fulano de tal se robó tanta lana en su gobierno, los hijos de fulanito de tal tienen nexos con el narco, grupo de amigos borrachos se estrellan en su coche en avenida tal, muerto a cuchilladas, muerto a balazos, muerto estrangulado, muerto dormido, médico practica eutanasia, colonia demanda a las autoridades que terminen con el mal olor que sale de sus coladeras provocado por una fuga, muerto en incendio, muerta en Juárez, muertos muertos muertos, todos muertos, y a los vivos les vale una reverenda chingada. Uno intenta cambiar las cosas para toparse con gente ignorante que piensa que México nunca va a cambiar, gente que le tira mierda al gobierno desde lejos y agacha la cabeza cuando puede hacer una diferencia. "Pinches culeros, a cada rato hacen marchas y marchas y sólo afectan a la gente honesta que va a trabajar" Miles de veces he escuchado palabras parecidas; pinches culeros, digo yo, los del gobierno que ignoran a la gente y la empujan a manifestarse, pues no pueden arreglar las cosas de otra manera; mierda tener que detener el tráfico para que te escuchen. Tomo el teléfono y pido una pizza, casi una hora más tarde llega mi comida; al abrir la puerta, el repartidor hace una mueca de disgusto por mi apariencia, viendo su reacción río y digo "pinche gobierno", su semblante cambia a uno de empatía y me sonríe, "sí, pinche gobierno, son 150 pesos". Los Beatles suenan al fondo cuando doy la última mordida a mi comida, ya quiero que sea lunes.

Por la noche me acuesto en el sillón pensando en lo que haré al siguiente día: Me levantaré, me daré un baño, bajaré al cafecito de enfrente y pediré un café express y una orden de churros, terminaré de comer, pagaré la estratosférica cuenta de 36.50 y le dejaré una propina de 5 pesos a la mesera de falda corta y ampollas en los tobillos. Me subiré a mi coche y manejaré hasta la oficina, intentarán limpiarme el parabrisas alrededor de 7 veces, y 7 veces les diré que no, pero lo harán de todas maneras, a todos les daré cincuenta centavos por ensuciarme el parabrisas con jabón. Estacionaré el coche a una distancia aproximada de 500 metros de la oficina, caminaré con esfuerzo y me rascaré los ojos que me arderán por el polvo y el smog en el aire. Le indicaré a la recepcionista que voy a recursos humanos por mi cheque y me darán un gafete con el número 6, el piso a donde me dirijo. Tomaré el elevador y me encontraré a la pelirroja que no ha podido salir de mi cabeza, me sonreirá y me recordará como aquella persona que la hizo reír en una junta que hablaba de gente a punto de ser despedida. Se presentará y me dirá su nombre, le daré el mío y le insinuaré que me gustaría salir con ella si fuera posible, ella sonreirá y me indicará que ahí se baja y que nos estaremos viendo por ahí, yo sonreiré y le diré "adiós, guapa". Bajaré en el piso 6, me formaré en una cola gigante y entregaré el talón que previamente me dieron, a cambio recibiré un cheque que debe compensar mi tiempo perdido y estrés ganado durante mi labor en aquella empresa, la cajera me sonreirá y me dirá "gracias por trabajar con nosotros". Daré la media vuelta y escucharé la voz de mi jefe diciendo: "Buenos días Mr. Martínez" a lo que contestaré "Chingue usted a su gringa y puta madre Sr. Maikols, regrese a su pinche país y deje al mío en paz", sonreiré y me iré de ahí, siendo libre de hacer lo que quiera.

Llegaré a mi departamento, colgaré mis llaves, depositaré mi ropa sucia en el bote y encenderé mi estéreo para escuchar algo de música, cosa que me recordará mi juventud y a mis amigos. Recordaré las mil y un aventuras que prometimos realizar juntos, como un viaje de mochilazo por toda la República, una vuelta viciosa a Cuba, comer peyote en Real de Catorce… Me pegará la nostalgia y unas cuantas lágrimas escaparán de mis ojos, recordaré las cosas que nunca hice, las palabras que nunca dije y las oportunidades que dejé pasar a lo largo de mi vida, y me diré "el futuro prometedor que alguna vez pensé en tener se confundió y se volvió borroso hasta convertirse en un cubículo frío y un trabajo sin futuro. De todos los pensamientos que en mi juventud cruzaron mi mente, si hubiera tenido una lista de futuros más improbables para mí, mi situación actual encabezaría la lista.

Seguí viviendo y seguí cambiando hasta que no me preocuparon más las decisiones que tomaba, lo más curioso es que en esencia sigo siendo la misma persona, y como tal, tengo la posibilidad de buscar ese destino que en mi juventud añoraba". Después tomaré el revólver que me regaló mi papá y le daré el mejor uso posible… Y cuando despierte, ya no estaré en México, ni existirá el Sr. Michaels, ni habré desperdiciado mi tiempo en aquella trasnacional, ni tendré que buscar trabajo, no leeré acerca de las muertas de Juárez ni sabré a cuántos niños violó un cura… simplemente estaré en casa.

Tantas vidas

Todo estará en video, desde el principio hasta el fin. Todas sus anécdotas, todos sus comentarios y todas sus burlas. No creo que a alguien se le haya ocurrido antes grabar los últimos momentos de una persona en su lecho de muerte… Qué idea tan mas genial, no hay confusiones de quién dijo qué, o cómo recuerda alguien su vida entera, la cámara no miente.

A mi abuelo se le ocurrió la brillante idea de pedirme que metiera una cámara de video a su cuarto, cuando a nadie le importaba lo suficiente entrar para ver cómo seguía su salud. No creo que no lo quieran, más bien yo creo que después de tantos achaques y después de tanto tiempo enfermo, se hicieron a la idea de su muerte mucho antes de que su condición llegara al extremo en que está ahora. "Será que tú si me entiendes… Será que a ti todavía te gusta escucharme…"; es la verdad, nunca me he cansado de escuchar las anéctodas de mi abuelo, ni aunque las repita cada vez de manera diferente. Siempre me ha llamado la atención la manera en que el veía las cosas a mi edad, y la manera en que yo las veo ahora.

No sé qué pensar de él, no sé si sea un viejito con imaginación de niño, o un simple mentiroso que gusta de adornar su vida con detalles de dudosa realidad. De cualquier manera, sus historias siempre me cautivan de una manera muy extraña; procuro poner atención a los más pequeños detalles, como el carro que siempre quiso para seducir a mi abuela, en unas historias era azul y en otras era de cualquier otro color; mi abuela (q.e.p.d.) ni siquiera recordaba cuando conoció a mi abuelo. Mi tía Julia dice que se conocieron en un tren a Guadalajara, mi tío Lalo dice que mi abuelo era todólogo y un día hizo un pequeño trabajo de albañilería en casa de la familia de mi abuela. Mi papá dice que su matrimonio fue un acuerdo de familias, pero que mi abuelo siempre lo hacía sonar como una historia de tragicomedia shakespeareana. Ahora entiendo que ellos son de una generación donde los papás raramente platicaban anécdotas a sus hijos, incluyendo la manera en que se conocieron, para qué decirles…
De cualquier manera, mi abuelo ya no está. Lo único que queda de él son sus historias, sus fotografías y sus hijos. Raramente se le da importancia a la descendencia de alguien; imagino yo que la obra maestra de cualquier pintor, compositor, artista o lo que sea, son sus hijos. Tuvieron la oportunidad de enseñarles todo en lo que creían, los educaron como mejor encontraron, y su comportamiento (el de los hijos) es reflejo de su carácter.

Tal vez me equivoque, tal vez no; pero el ver cómo son mis tíos y mi papá, me da una muy buena idea de quién era mi abuelo. Siempre todos muy correctos, parandose derechitos, acabando su sopa antes de comenzar a tomar agua. Detallitos no sólo indican su educación, sino la manera en que la recibieron. Me imagino que antes la educación era igualito a domar un animalito, el simple hecho de verlos provocaba simpatía, pero la mejor manera de enseñarle a un león a saltar un aro en llamas, es a latigazos, aunque no le guste.

Siempre he escuchado comentarios acerca de la educación que les dió mi abuelo a mis tíos, unos dicen que era demasiado duro, otros dicen que siempre les pegaba con amor; yo no sé, madrazos son madrazos aunque te los den con mucho cariño. De alguna manera les causa dolor acordarse de cúanto les hizo falta un abrazo cuando lo necesitaban, también les causa un poco de lástima el saber que él también fue educado así, tal vez de una peor manera. Que si su papá era un soldado conservador en tiempos de guerra, que si el abuelo tuvo que trabajar desde los 9 años como albañil, tantas cosas que parecen tan inciertas cuando uno lo escucha hablar… Entre tantas anécdotas uno no puede encontrar una sola que hable mal de su papá, o que se queje de su infancia; ni siquiera es de esos abuelos que te dicen "cuando yo tenía tu edad, ya tenía que mantener a 3 hijos".

Él es (o era) una persona de carácter muy particular, es de esos que le gritan a la televisión cuando pasa algo que no les gusta; pero es la persona más amable del mundo cuando conoce a alguien por primera vez. Al principio, a mi prometida también le gustaba platicar con él, pero se hartó por la manera en que mi abuelo hablaba de las mujeres; nunca despectivamente, pero siempre decía algo que mi prometida encontraba "ofensivo".

Hace 10 minutos que llamé a todos para enseñarles el video, y todavía no sé siquiera si van a venir. La tía Julia ni siquiera conoce mi departamento, pero estoy seguro de que es ella quien está llamando la puerta ahora, estoy seguro de que quiere encontrar en el video alguna clase de disculpa por su muy poco feliz infancia. No sé si la vaya a encontrar, pero ahora está sentada en primera fila, motivada sólo por la esperanza de ver a un viejo senil arrepintiendose de todas las cosas que hizo mal a lo largo de su vida.

Han pasado ya 30 minutos de video, el tío Lalo y algunos de mis primos están aquí, mi papá no ha venido. La tía Julia está llorando, no sé si es porque ya se dio cuenta de que mi abuelo no va a volver, o porque no sabe cuánto queda de video. Yo sigo apuntando los pequeños detalles en sus historias, me imagino que después de un tiempo podré hilarlos todos y recrear su vida en papel.

Mi papá acaba de llegar, con su cara siempre seria y su bigote cuidado. Su traje planchado y su abrigo en el brazo. "¿Qué, en qué va?", "En la historia del vestido azul", "Ah, todavía falta entonces", "Ja, no sé hasta dónde lleguen las historias". La tía Julia ya no está llorando, sólo está gimiendo, imagino que acabó por deshidratarse, o tal vez quiere que pensemos que sufre mucho.

"Llegó un momento en que ya no supe a dónde ir, ni con quién juntarme. Ya no sabía si quedarme con mi esposa, o buscarme una nueva que sí supiera planchar, (risas). Ay esa Mily, cómo me hizo falta. Pensar que no me di el tiempo para disfrutar de su compañía y sus cuidados; a pesar de todo, ella era la única que me ponía en mi lugar cuando me pasaba de listo con ustedes… Se salvaron de unas cuantas cicatrices gracias a su madre, que no se les olvide. Sé que llegó un momento en que ya no quisieron saber más de mí, que ya no querían estar conmigo, y no se los reprocho… Antes de que suceda cualquier cosa, quiero que sepan que el único gran amor de mi vida fue su madre. Si todavía fuera joven, pensaría en vivir para siempre; de un tiempo para acá me he sentido hasta la madre de vivir, viví mucho, viví rápido, viví al día cuando los tuve a ustedes. Ustedes son lo que le dejo al mundo ahora que ya no voy a estár en él; enseñenle a todos esos putos quiénes son ustedes, qué representan y cuánto saben de la vida… Y Beto… tantas vidas tienes en papel, que ni siquiera voy a enterarme de quién de esos fui yo… Será que en verdad así es como termina todo… En el no saber quién fue uno… Y… Y…" Todos nos quedamos un tanto pasmados al ver esos últimos 30 segundos de video. Conocimos un lado demasiado humano del abuelo; la tía Julia pidió ver el video nuevamente, será que todavía quería encontrar una disculpa escondida en sus palabras.

Los primos estaban mandando mensajitos por el celular, dudo mucho que siquiera sepan el por qué el silencio ahoga la sala en este momento. Mi papá deja ver unas cuantas lágrimas escurriendo a lo largo de sus mejillas, mientras me toma del hombro me dice con voz entrecortada: "Tantas vidas…"

lunes, 13 de agosto de 2007

El Altar a la Patria en Chapultepec


En un viaje improvisado a Chapultepec... Me la pasé muy bien con mis amigos.

La Suprema Corte



La Suprema Corte de Justicia... Está como a dos cuadras de la chamba... Curiosamente nunca lo había notado.

Bellas Artes y la Alameda Central


La foto fue tomada en la esquina de Madero (donde está el Sanborns de los Azulejos)